Lo que es prácticamente desconocida, es su faceta como dibujante. Aunque no se trate de una obra acabada, ni mucho menos, fueron innumerables los bocetos, casi de aprendiz, realizados en forma muy desordenada durante su vida. Un libro -Dibujos y fragmentos póstumos- que se editó a fines de 2012, en España, reúne esos dibujos junto a varios textos.
En el prólogo dedicado a la parte gráfica, el traductor e investigador Ernesto Kavi, cuenta que Baudelaire, que “no ignoraba la potencia de las imágenes” se dedicó a fabricarlas, “a veces con palabras, a veces con pinceles y colores. Muy pronto, al menos desde 1846, sus amigos se dedicaron a coleccionarlas. A la muerte del poeta, Auguste Poulet-Malassis, su editor, recogió en un cuaderno todos los dibujos en los que Baudelaire se retrató a sí mismo. Ese cuaderno, después de años y de complejos azares, llegó a las manos de Gaston Gallimard, quien publicó en marzo de 1927 algunos de esos dibujos bajo la forma de un lujoso álbum de trescientos ejemplares. Armand Godoy, poeta cubano, compró a amigos y curiosos todos los dibujos de Baudelarie. Pero, después de una subasta pública realizada en 1988 en el Hotel Drout, la colección fue destruida. Desde entonces todos los dibujos están dispersos.” Muchos de esos papeles, se perdieron. Tras un paciente trabajo de investigación, se pudieron recoger casi todos los dibujos, tanto los de la colección Gallimard, como la de Godoy.
Como un destacado y despiadado crítico de arte, Baudelaire es autor de un esmerado ensayo que tituló Lo cómico y la caricatura, editado en español (Editorial La Balsa de la Medusa, 2001). Allí enuncia, entre otras consideraciones estéticas, una teoría de la risa, al considerar dos mundos paralelos, uno teológico y otro filosófico. “La risa viene de la idea de la propia superioridad, es decir, la risa tiene un origen diabólico” es una de sus máximas, a lo que agrega, en otro pasaje, que “la risa es de las expresiones más frecuentes y numerosas de la locura”
Los dibujos que se observan en el libro, son bocetos que recuerdan a los que realizaba en los burdeles de París, Toulouse Lautrec. Un trazo rápido, muy libre, a veces algo desprolijo, aunque muy preciso para captar la expresión del caricaturizado. Sus apuntes están más cerca del dibujo satírico que del retrato académico. También se incluyen una buena cantidad de autorretratos, en una faceta autorreferencial muy marcada.
cortesia elobservador.com
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