El polaco y la italiana representan la cara y la cruz de las relaciones de la UE con Moscú, además de símbolo de dos perfiles políticos muy diferentes. Ya en la rueda de prensa de presentación de ambos líderes quedó patente que los méritos de uno y otro son bien distintos. Mientras que Herman Van Rompuy presentó a su sucesor como "un hombre de Estado para Europa", entre una larga lista de elogios y una pormenorizada hoja de servicios –entre la que incluyó haber librado a Polonia de la recesión en plena crisis-, a la próxima Alta Representante la glosó como "cara nueva de la UE". Asimismo, el polaco se descolgó con máximas de cuño alemán como que "el crecimiento y la disciplina presupuestaria son compatibles", mientras que el discurso de Mogherini estuvo preñado de referencias retóricas al "sueño europeo", a la "nueva generación política" de la que se siente representante.
Partidario de que la UE aplique una política de mano dura contra el Kremlin, Donald Tusk se sentará al frente del Consejo Europeo en un momento de extrema tensión con la potencia vecina. Aunque lastrado por su modesto dominio del inglés y su inexistente francés, su currículum exhibe un perfecto alemán que podría ser la promesa de cierta querencia germanófila. De hecho, la canciller Angela Merkel apoyó su candidatura desde el principio, a pesar de que, en los primeros momentos de la anexión de Crimea, no compartía la prisa de su homólogo polaco por aprestar el gatillo de las sanciones. Por otra parte, la presencia de un dirigente que no proviene de la eurozona –presidirá incluso las cumbres exclusivas para países del euro- podría representar también un contrapeso a un Jean Claude Juncker al que Reino Unido trató de boicotear como presidente de la Comisión por ser demasiado europeísta para el gusto británico.
cortesia libertaddigital.com
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