Maratón de Nueva Yok. Big Show on Sunday. Domingo de carreras. También en Auckland u Oporto. Porque, en efecto, Oporto tiene un maratón que vive callado tras su hermano mayor, el de Lisboa. Todas muestran este domingo un espectáculo que mueve masas y horas de retransmisión televisiva. Y que ha dejado de ser exclusivo reino de Nueva York, Berlín, Londres o Chicago. Porque una generación de hermanos pequeños apunta alto.
El equivalente histórico de Oporto en España ha sido Barcelona, pero hay más. El maratón de Valencia se colocará la próxima semana a un nivel de participación similar a clásicos como San Diego, Hamburgo o Los Angeles. Catorce mil participantes en una prueba que, allá por los dificultosos años noventa no sabía bien qué aplicar para llegar a dos mil. En una ciudad de tres cuartos de millón de habitantes que despiertan cada día bajo la amenaza de punzantes noticias económicas, millón y medio de euros son invertidos con la esperanza es captar un retorno seis veces mayor.
El cambio está impulsado por los baremos en los que se aplica la máxima que forjó el equipo del maratón de Nueva York con Fred Lebow a la cabeza: la carrera es también un negocio para la ciudad. Se estima que la ciudad recibe de manera directa 340 millones de dólares. Pero 'ciudad' y 'negocio' son dos bombas de relojería que viven de cruzarse a diario. La ciudad europea vive en mitad de una crisis financiera insostenible. Y cualquier reclamo es bien aceptado.
"El maratón de Sevilla superará su récord de participación en dos mil corredores", se anuncia del mismo modo a cuatro meses de la prueba. Cuando hace diez años corríamos este maratón por las desoladas avenidas de la Cartuja nadie esperaba que aquel dinosaurio urbano pudiese acoger tantos participantes como un evento del rango de Frankfurt o Madrid.
Cuarenta y ocho horas después del anuncio se habla de ocho mil accesos para inscribirse en cincuenta minutos. El sistema informático que trabajaba con la base de corredores preinscritos, se bloquea y las redes sociales se encolerizan. El maratón pasa de ser una fiesta a un quebradero de cabeza. El peaje de la masificación.
La participación masiva de corredores no es un problema. Es un regalo de los dioses. La gestión es el problema.
"¿Masificación en el Maratón de Sevilla?" Sí. Once mil corredores. Cifras impensables hace cuatro años. La participación masiva de corredores no es un problema. Es un regalo de los dioses. La gestión es el problema. El salto de organizador de eventos locales o regionales a empresas obligó a emplear medios técnicos y humanos a otra escala. O llega el caos, como en el caso del 30 de octubre pasado.
Nueva York no puede permitirse el lujo de esas situaciones. Tuvieron bastante con el debate generado tras el Huracán Sandy y la cancelación de la prueba. Mejor dicho, la gestión de la ciudad y el alcalde Bloomberg recibieron el mensaje: con el maratón es mejor no jugar.
cortesia elmundo.es
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